La resolución de problemas complejos es una habilidad que hoy se considera indispensable en el mercado laboral. Habilidad que ha despertado el interés del área de gestión de riesgos y oportunidades, y que requiere, como primer paso, definir el problema.
El tema cobra especial interés para los profesionales en gestión de riesgos y oportunidades, a partir de la declaración emitida en el año 2020, dentro del “Informe sobre el futuro del empleo 2020” del Foro Económico Mundial.
Según este documento, la resolución de problemas complejos es la habilidad número uno para calificar a los trabajadores. Las organizaciones buscan empleados que tengan la capacidad para definir problemas y formular soluciones definitivas, creativas y posibles.
Y esto, ¿qué tiene que ver con la gestión de riesgos y oportunidades? Pues es el primero de los pasos en el proceso, el relacionado con la definición del problema, el que sin duda se convierte en un método interesante y eficaz para ser utilizado en el área de gestión de riesgos y oportunidades. ¿Cómo? Veamos:
Definición de problemas y gestión de riesgos y oportunidades
Uno de los errores recurrentes en la resolución de problemas complejos, y que no es ajeno a la gestión de riesgos y oportunidades, es la formulación débil e inexacta del problema, lo que usualmente proviene de una recopilación apresurada de datos.
El primer paso es entonces fundamental para resolver el problema. Se trata de obtener una definición precisa, que satisfaga las necesidades de quien tiene la facultad de tomar una decisión.
En términos generales, sin aplicar aún el método a la gestión de riesgos y oportunidades, encontramos que la definición de cualquier problema requiere seis componentes esenciales:
Componentes esenciales para la definición de un problema
Encontramos seis elementos esenciales:
- Tomador de decisiones: es la persona, o grupo de personas, que considerará y evaluará la información suministrada, con capacidad para decidir y actuar.
- Factores que inciden en la toma de la decisión: elementos, preocupaciones, problemas subyacentes, y todo lo relacionado con el problema principal y con la forma en que puede resolverse.
- Alcance del problema: límites y restricciones. Hasta dónde llega el problema y qué debemos considerar y qué no.
- Criterios para medir el éxito de las acciones: indicadores que ayudarán a la persona que toma decisiones a saber si sus acciones fueron útiles o no.
- Espacio de tiempo para resolver el problema: establece un periodo de tiempo para la resolución del problema, antes de que este genere impacto irreparable.
- Precisión necesaria: establece el nivel de precisión necesario para la definición del problema. ¿Con qué detalle se describirá y cómo de precisas deben ser las métricas o los indicadores?
Hasta aquí el postulado del modelo de aplicación en cualquier tipo de problema. Pero, adaptado a la gestión de riesgos y oportunidades aplicaría de la siguiente forma:
- El propietario del riesgo: quién toma las decisiones para mitigar, eliminar, trasladar o tolerar un riesgo.
- Preocupaciones que deben abordarse: impacto negativo o probabilidad de ocurrencia del riesgo.
- Límite del riesgo: definir si la amenaza pesa sobre toda la organización, sobre un área específica y cuál puede ser el impacto real del riesgo.
- Medición del riesgo: cuál es el indicador que utilizaremos para medir el riesgo y cuándo consideraremos que ha sido tratado de forma adecuada, considerando el apetito de riesgo de la organización.
- Periodo de tiempo para tratar el riesgo: dependiendo de la inminencia de la amenaza, de la probabilidad de ocurrencia y de la gravedad del posible impacto.
- Nivel de precisión: con qué detalle se debe describir el riesgo y que tan precisos deben ser los indicadores utilizados.
Este es por supuesto un método innovador que sin duda se convertirá en una herramienta valiosa para los profesionales en el área de gestión de riesgos y oportunidades. Adoptarlo requiere un pensamiento innovador y la formación adecuada.
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