La evaluación de riesgos operacionales puede considerarse como la más relevante y la matriz de otras actividades similares que se practican en el campo de la gestión de riesgos. Es, por ello, una labor que requiere de profesionales con una profunda formación en el área.
La evaluación de riesgos operacionales es una tarea estratégica, si se entiende que este tipo de eventualidades tienen la capacidad de detener la actividad, en algunos casos de forma definitiva. De esta manera, lo que trata es de identificar riesgos operativos, analizar su probabilidad de impacto y la gravedad de la afectación y determinar la respectiva estrategia de gestión.
Las empresas necesitan, sin embargo, adquirir una comprensión integral de sus procesos internos, del contexto externo, de las expectativas de sus partes interesadas, de las condiciones del mercado, las tendencias del sector e, incluso, del devenir geopolítico actual. Solo así será posible realizar una evaluación de riesgos operacionales efectiva, que lleve a una gestión proactiva para proteger, con un alto nivel de eficiencia, la operación de la empresa.
Cómo realizar una evaluación de riesgos operacionales
Antes de entrar en materia, vale la pena hacer énfasis en la importancia de dos elementos clave necesarios para realizar la evaluación de riesgos operacionales: la formación de profesionales expertos en el área y el soporte tecnológico adecuado, propio de organizaciones que han trabajado en la automatización de sus sistemas de gestión.
La digitalización es un paso necesario y trascendente hacia la Transformación Digital, que tiene la capacidad para potenciar los resultados de cualquier actividad, sin exceptuar la gestión de riesgos. Con esto en mente, lo que sigue es conocer las cuatro etapas en el desarrollo de una evaluación de riesgos operacionales:
1. Identificar los riesgos operacionales
Las fuentes de los riesgos operacionales son muchas y muy dispersas. La recomendación es adoptar un enfoque sistemático para identificar los riesgos. Una buena forma de hacerlo es elaborar un inventario de elementos, factores o determinantes posibles: procesos, operaciones de la empresa, marco regulatorio, obligaciones de cumplimiento, situación del mercado, tendencias en gestión de riesgos, competidores, contexto social y político, etc.
Para cada uno de estos factores, será preciso abrir un abanico de opciones y posibilidades. Por eso, desde el inicio, es tan importante contar con profesionales entrenados y el debido soporte tecnológico.
Existen diferentes métodos para identificar los riesgos operacionales. Algunos expertos optan por hacerlo por áreas o departamentos, otros lo hacen por los procesos. De una u otra forma, es importante contar con la participación de personas en áreas clave como finanzas, calidad, recursos humanos o cumplimiento, entre otras.
El objetivo en esta primera etapa es obtener una lista completa de los riesgos, aunque algunos de ellos, a primera vista, parezcan imposibles. La calificación y clasificación es tarea de otra etapa en la evaluación de riesgos operacionales.
2. Evaluar la probabilidad y el impacto
Dos criterios determinan la relevancia del riesgo operacional: la probabilidad de que ocurra y la gravedad del impacto. Utilizar una matriz de riesgos es la forma más eficiente para alcanzar el objetivo. El propósito es obtener un listado priorizado de amenazas.
A la cabeza de la lista estarán los riesgos con alta probabilidad de ocurrencia y alto impacto negativo. Por deducción, al final se encuentran las amenazas de escasa probabilidad y menor impacto. La priorización es la clave para entender qué riesgos deben ser atendidos con mayor celeridad y requieren de una mayor asignación de recursos.
Lo que sigue es establecer la posible interconexión de los riesgos. En algunos casos existe una interdependencia capaz de crear nuevas amenazas o desencadenar un efecto dominó: un riesgo detona el siguiente y este, a su, vez otro, y así sucesivamente. Este análisis es muy importante dentro de la evaluación de riesgos operacionales, ya que puede elevar la valoración de una vulnerabilidad que inicialmente se consideró menor.
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Las estrategias que el equipo de gestión de riesgos elija se enmarcarán en una de cuatro opciones posibles: eliminar riesgos, mitigar riesgos, trasladarlos o compartirlos y aceptarlos. El proceso sería el siguiente:
- Corresponde a los expertos definir qué riesgos pueden ser eliminados. Para tomar la decisión es importante realizar una investigación de la causa raíz y la metodología más eficaz es el análisis de árbol de fallos. El proceso va desde arriba hacia abajo y es cíclico.
- Agotado el segmento de los riesgos que se pueden eliminar, el equipo continúa con los que son susceptibles de ser mitigados aplicando controles físicos, tecnológicos o administrativos.
- El remanente puede ser compartido o trasladado. Tercerizar el proceso que origina el riesgo es una forma de trasladarlo. Tomar una póliza de seguros es la manera clásica de compartir un riesgo.
- Al final están los riesgos que deben ser admitidos porque eliminarlos o mitigarlos puede ser más costoso que su efecto negativo o porque, sencillamente, el riesgo representa una oportunidad mayor que su capacidad lesiva.
Esta etapa de la evaluación de riesgos operacionales todas las acciones que se realicen deben ser documentadas, incluyendo los procedimientos, controles o tareas planificadas.
4. Implementar las acciones planificadas
La tarea finaliza con la implementación de las acciones planificadas en la etapa anterior de la evaluación de riesgos operacionales. Antes de proceder, es importante contar con los recursos que demande cada acción.
También, antes de la implementación, conviene establecer los indicadores o KPIs que se utilizarán para medir y comprobar la eficacia de la acción implementada. La gestión de riesgos es cíclica y constante, lo que significa que, después de la verificación de la eficacia, el ciclo se reinicia desde la etapa de identificación de riesgos.
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