La evaluación de riesgos ambientales es un requisito ineludible en cualquier Sistema de Gestión Ambiental basado en un estándar normalizado como ISO 14001, pero también para las organizaciones que adoptan las mejores prácticas ambientales y los correspondientes procedimientos, políticas y controles.
Este tipo de evaluación debe tener alcance sobre todas las áreas de la organización, todas sus ubicaciones, todos los niveles y todos los momentos de la operación. Esto significa que la evaluación de riesgos ambientales incluye el trabajo diurno, nocturno, teletrabajo, sucursales, contratistas y demás actividades que estén bajo el control de la organización.
El objetivo es identificar las actividades que realiza la organización que tienen la capacidad para causar daño al medio ambiente, la probabilidad de que esto suceda y las consecuencias reales generadas por la afectación. La evaluación de riesgos ambientales puede realizarse siguiendo las metodologías que han resultado eficaces en otras áreas, como Seguridad y Salud en el Trabajo, Calidad o Seguridad de la Información, por citar tres de las más recurrentes.
Sin embargo, lo especializado de la tarea merece que se aborde de manera singular, como explicamos a continuación.
Evaluación de riesgos ambientales – ¿Qué incluir?
Es claro que no todas las organizaciones tienen la misma capacidad para afectar al medio ambiente. Empresas de servicios, del sector de la educación, financiero o deportes y entretenimiento, aunque pueden hacer mucho por mejorar su relación con el medio ambiente, no tienen preocupaciones tan graves como industrias en general, explotación de minerales, químicos, transporte o plásticos.
La tarea es un tanto más compleja en las segundas, por supuesto. Unas y otras, sin embargo, deben considerar, como mínimo en su evaluación de riesgos ambientales, lo siguiente:
- Eliminación de desechos y aguas residuales.
- Emisiones de carbono, micropolvo u otras sustancias que pueden esparcirse por el aire.
- Almacenamiento de productos químicos, tóxicos o sustancias peligrosas para la salud o el medio ambiente.
- Disposición definitiva o eliminación de desechos líquidos.
- Impacto de materias primas o insumos como metales, plásticos o aquellos potencialmente radioactivos, tóxicos o contaminantes.
- Capacidad de empaques y envases para biodegradarse.
- Regulación vigente sobre uno, algunos o todos los puntos mencionados.
Con esto en mente podemos avanzar en la evaluación de riesgos ambientales, para lo cual, podemos adoptar la siguiente guía práctica de cuatro pasos.
¿Cómo realizar una evaluación de riesgos ambientales? – Guía de 4 pasos
La evaluación de riesgos ambientales pretende identificar amenazas y establecer las consecuencias de que esa amenaza se materialice. Pero también considera la probabilidad de que el riesgo cause daño.
Hasta ahí es una definición que sirve para cualquier evaluación de riesgos en cualquier área. Sin embargo, cuando se trata de gestión ambiental, se puede llevar a cabo la tarea en cuatro etapas:
1. Identificar los riesgos específicos
Los riesgos ambientales son relativamente fáciles de identificar. Son aquellos que de una u otra forma afectan negativamente el aire, el agua, la vegetación, la fauna o cualquier otro elemento del ecosistema. Saber cuáles son es relativamente fácil. Pero, ¿dónde encontrarlos?
Hacer seguimiento a los procesos, a las personas o a las actividades es una forma efectiva de hacerlo. Las tres fuentes combinadas, sumadas a entrevistas y observación directa, permitirán alcanzar el objetivo con rapidez.
Algunas tareas o eventos son obvios: la disposición de desperdicios o sustancias tóxicas, peligrosas o, tan solo, de composición química es uno de ellos. La forma en que se expelen gases que pueden contener emisiones de carbono u otra clase de contaminante, o la acumulación y almacenamiento de determinadas materias primas también proveen información valiosa para identificar riesgos en esta etapa.
2. Evaluar el impacto de la amenaza
El impacto de un riesgo va mucho más allá de la afectación directa al medio ambiente que, por supuesto, es muy importante y es lo primero que debemos evitar. Pero las consecuencias pueden ser mucho más amplias: infracciones regulatorias, daños a la propiedad privada, afectaciones a la salud humana en trabajadores o en miembros de una comunidad, afectación a las finanzas del negocio, deterioro de la reputación…
La magnitud del impacto suele ser considerada en términos cualitativos o cuantitativos. Ambas metodologías son importantes y las dos tendrían que utilizarse siempre anteponiendo el impacto directo sobre el medio ambiente y el impacto social causado por la ocurrencia del riesgo.
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Las personas encargadas de tomar decisiones se enfocan mucho más en la probabilidad que en el impacto negativo, por alto y grave que este último sea. Conocemos, por ejemplo, las consecuencias devastadoras que tendría el impacto de un meteorito sobre la tierra. Sin embargo, la escasa probabilidad de que tal hecho ocurra es tan baja, por no decir inexistente, que tal amenaza no nos preocupa.
La credibilidad de la evaluación de riesgos está soportada en gran medida en la precisión con la que se informe sobre la probabilidad o la frecuencia de ocurrencia de cada uno de los riesgos identificados. Por ello, es importante adoptar modelos matemáticos que permitan ofrecer información precisa y argumentable sobre la probabilidad.
La probabilidad de ocurrencia del evento iniciador o causa raíz de un problema es usualmente determinada por ingenieros o expertos en el área en la que ocurre el evento. Ellos son lo que en otros campos se denominan como “propietarios del riesgo”, y nadie conoce mejor la periodicidad o la probabilidad de que ocurra un evento que desencadene otros, generando un riesgo de alto impacto.
Así como recomendamos la incorporación de elementos matemáticos para estimar la probabilidad, es importante incorporar soluciones informáticas, como software o aplicaciones diseñadas para cumplir con tal tarea específicamente. En esta era de Transformación Digital son muchas las organizaciones que encuentran muchos beneficios en la digitalización y automatización de sus Sistemas de Gestión, y los de Medio Ambiente o de Riesgos, no son la excepción.
La probabilidad de exposición al peligro debe ser igualmente considerada en una evaluación de riesgos ambientales. En la industria petrolera, por ejemplo, los derrames de crudo son un incidente recurrente que por supuesto repercute sobre el medio ambiente de forma directa y con extrema gravedad. Pero este tipo de accidente tiene un alcance determinado, que se mide mediante la distribución temporal y espacial de los agentes peligrosos.
Finalmente, la probabilidad de que receptores se afecten con el riesgo es el tercer factor a evaluar en esta categoría. Por receptores se entienden seres humanos, especies animales y vegetales. Todos los seres vivos, sin importar su especie o su condición, son susceptibles de ser receptores de la afectación de un riesgo.
4. Categorizar y caracterizar el riesgo
Varios modelos de evaluación de riesgos o matrices permiten realizar esta tarea, que básicamente consiste en reunir la información recopilada en las tres etapas anteriores y, con base en ella, establecer un perfil del riesgo y una posición en una lista categorizada de estas amenazas, siendo la primera la que mayor atención requiere y la última la menos estimable.
En este punto, los Sistemas de Gestión digitalizados y automatizados tendrán mayores oportunidades de contar con información precisa y rápida. De la eficiencia con que se categoricen los riesgos dependerá el éxito de la evaluación de riesgos ambientales.
La formación es, finalmente, un elemento indispensable para el éxito de la gestión.
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